“Son mis ángeles”: cómo el personal sanitario logra devolver el alma a los sobrevivientes de covid-19

Pequeñas acciones en momentos críticos pueden ser increíblemente valiosas. Estos son cuatro testimonios de quienes padecieron covid-19 y recibieron el apoyo del personal sanitario para mantener la moral en alto y  conectar con sus seres queridos durante su enfermedad.

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Edgardo cumplía una semana internado por covid-19 cuando se enteró de la noticia más triste que había recibido en su vida. La noche del 2 de junio del año pasado tomó su celular y comenzó a leer algunos mensajes de apoyo, entre ellos, uno que le llamó la atención. Era de un amigo de su papá, dándole las condolencias por la muerte de su madre.

Fresia, de 99 años, había sufrido meses antes un accidente cerebrovascular y en la ausencia de su hijo mayor había comenzado a apagarse lentamente. Edgardo estaba solo, luchando por sobrevivir a un virus desconocido y su familia había decidido no contarle para priorizar su recuperación.

“A la mañana siguiente llegaron a mi habitación mis ángeles, me tomaron la mano”, cuenta. “Don Edgardo, sabemos lo que está viviendo. Hoy nosotros seremos su familia”, le dijeron María Jesús, Constanza y Betsabé, enfermera, terapeuta ocupacional y fonoaudióloga de la Clínica Alemana, respectivamente.

Con un crucifijo en mano, una vela, un rosario y una foto familiar, que dejaron en el velador de Edgardo, vivieron en conjunto a través de una tablet el funeral de Fresia en directo.

“Fue un momento de mucho dolor por la partida de mi viejita, y de amor por la acción de contención de estas chiquillas, que sin conocerme fueron mi familia y apoyo. Mis ángeles son el reflejo de todo el personal de la clínica”, afirma este hombre de 64 años.

Paradójicamente, tras el funeral, Edgardo comenzó a recuperarse. No fue necesario volverlo a conectar a ventilación mecánica y sus niveles de saturación mostraron evidente mejoría.

Estuvo 10 días internado en la UCI. Durante ese tiempo, 11 personas murieron por covid-19 en el mismo recinto. Salió de la clínica en medio de emotivos aplausos.

Adultos mayores, el grupo con más hospitalizaciones

Desde que comenzó la pandemia en Chile, una de cada diez personas contagiadas de covid-19 ha requerido hospitalización y, según datos oficiales, aproximadamente el 90% de ellas ha sido conectada a ventilación mecánica.

En cifras concretas, 106.583 personas han estado hospitalizadas por covid-19 desde marzo de 2020, siendo los hombres el grupo mayoritariamente afectado, con un 56,4%, y también las personas mayores de 60 años, grupo con la tasa de hospitalización más alta por cien mil habitantes.

Myriam y Emiliano pertenecen a los grupos de personas que, hasta el momento, lideran el número de hospitalizados. Son dos adultos mayores que se contagiaron de covid-19 el año pasado y que tuvieron que ser internados tras agravarse.

fotografía Edgardo caso covid
Fotografía de Edgardo y su familia.

“Hace 16 días que no lo veo”, señalaba Miriam, de 82 años, en el preciso momento en que era trasladada en una silla de ruedas camino a ver a su marido, de 81. Ambos estaban internados en la Clínica Alemana, permaneciendo uno en cuidados Intermedios y el otro en la UCI, y no habían recibido información respecto a sus evoluciones.

Emilio sabía que se reencontraría con su esposa, el amor de su vida hace ya 56 años. Era la primera vez que se separaban y la emoción estaba latente. Apenas Myriam cruzó el umbral de la puerta de su habitación, las lágrimas surgieron espontáneamente entre los presentes, incluyendo a los organizadores: el personal de salud.

Pero no sólo serían ellos. También sumaron una videollamada donde participaron todos sus hijos y nietos. Todos querían ser parte del reencuentro. Con celular en mano, le iban mostrando a ambos pacientes cómo sus familiares aplaudían su lucha y su amor uno por el otro.

«Todos llorábamos. Cuando Emiliano vio a su señora, le decía que la amaba tanto, que la echaba de menos. Es desgarradora la soledad que se vive.»
Claudia Zúñiga, enfermera de Gestión de Calidad de la Clínica Alemana

“Miren cómo se toman de la mano sus padres”, les decía el enfermero que sostenía el celular a los participantes de la videollamada. “Está toda su familia conectada, están todos mirando este momento”. Emiliano en ese instante, muy emocionado, sólo pidió un pañuelo. “Ahora estoy bien”, decía Myriam mientras tanto.

Para Claudia Zúñiga, enfermera de Gestión de Calidad, fue un momento mágico: “Todos llorábamos. Cuando Emiliano vio a su señora, le decía que la amaba tanto, que la echaba de menos. Es desgarradora la soledad que se vive”.

Gestos que llenan de esperanza

Según cifras de iCOVID Chile, una iniciativa creada por la Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Concepción, con la colaboración de los ministerios de Salud y Ciencia, desde el comienzo de la primera ola de la pandemia, en mayo de 2020, que el uso de camas UCI a nivel nacional no ha bajado del 78% de ocupación.

A la fecha hay más de 40 mil casos activos de covid-19 y el 9,8% de ellos está ocupando una cama crítica. De estos, el 70% de los pacientes hospitalizados se encuentra con ventilación mecánica.

Gabriela fue uno de esos pacientes, pero se agravó al punto que tuvo que ser intubada en pleno parto, mientras daba a luz a su primer hijo: “La doctora me dice: ‘Mamita no puedo esperar más, su vida corre peligro’, y me hizo la incisión de la cesárea. Yo le dije: ‘¡Doctora me duele!’, pero ella me dijo: ‘Tranquila que es el último dolor que vas a sentir’. Y desperté 15 días después”.

Gabriela, de 38 años, había llegado al Hospital El Pino cinco días antes con síntomas de parto producidos por el covid-19. Hoy recuerda que sin la ayuda del personal de salud ella no habría resistido.

“En esos 15 días que estuve intubada, yo tenía algunos momentos de lucidez y me ponía nerviosa porque no sabía nada de mi hijo, pero me empecé a dar cuenta que las enfermeras me mostraban fotos de un bebé, de mi bebé, y me decían: ‘Aquí está tu guagua, tu guagua te necesita. ¡Vamos! Tú puedes, eres una mujer joven’. Sobre todo me decían eso cuando estaba cansada y ya no quería seguir luchando”, recuerda.

«Después de esa videollamada ellos pudieron hacerme el procedimiento para extubarme, porque por primera vez yo estaba tranquila. Esa llamada me llenó de esperanza, lo que hicieron ese día me llenó de vida y esperanza.»

— Gabriela, de 38 años, quien dio a luz intubada.

Al quinto día intentaron extubarla, pero no pudieron. “Ellos primero me despertaban y veían si yo estaba estable, pero yo estaba nerviosa. Cada vez que quisieron sacarme el tubo, no lo lograron porque yo quería saber más cosas de mi bebé: si estaba en incubadora, si respiraba solo. Y esa preocupación me ponía ansiosa y no podían hacer el procedimiento. Entonces, me volvían a dormir”, relata.

Días más tarde intentaron otra vez, pero en esta ocasión al personal de salud se le ocurrió hacer una videollamada.

“Freddy, mi marido, les pide que cuando me vuelvan a extubar me expliquen que mi hijo estaba sano, que respiraba solo, que estaba en una cuna, que era fuerte y el doctor le dice que lo mejor es que esa información me la diera él”, cuenta.

De esa forma, antes de extubarla el doctor se comunicó con Freddy. Al despertarla, hicieron una videollamada. Le explicaron que Gabriela sólo podía escuchar y su marido le dijo que estuviera tranquila.

“Después de esa videollamada ellos pudieron hacerme el procedimiento para extubarme, porque por primera vez yo estaba tranquila. Esa llamada me llenó de esperanza, lo que hicieron ese día me llenó de vida y esperanza”, manifiesta.

El impulso anímico es fundamental

A mediados del año pasado, madre e hija estuvieron luchando por sus vidas de forma simultánea. Ángela San Juan, de 67 años, y Ángela Rojas, de 41, estuvieron internadas por covid-19 sin saber la evolución de una y la otra.

La primera en contagiarse fue la más joven. Enfermera de profesión, trabajaba en la Clínica Santa María cuando se contagió en pleno turno a fines de mayo. Su batalla fue dura.

Asmática, los médicos tuvieron que actuar rápido, al punto que estuvo no sólo con respiración mecánica, sino también conectada a asistencia circulatoria extracorpórea o ECMO por una semana. Y le salvó la vida. Mientras, su madre con neumonía luchaba otra batalla en el Hospital Clínica UC CHRISTUS.

Según cifras del Ministerio de Salud, el 73,3% de los contagios se origina dentro de los hogares. Mientras que el estudio Tasa de ataque secundario en el hogar de COVID-19 y determinantes asociados, publicado hace pocos días en la revista MedRxiv, reveló que una persona con covid–19 infecta al 48% de los contactos cercanos y en el caso de no existir medidas de aislamiento, la probabilidad aumenta al 62%.

El 1 de junio, el personal de salud decidió hacer una videollamada para que ambas pudieran verse y así supieran que seguían vivas. “Les ayudó mucho anímicamente”, señala Juan Rojas, hermano de Ángela, quien también estuvo presente en dicho reencuentro.

Familia comunicaándose por videollamada covid
La familia comunicándose con madre e hija, ambas hospitalizadas.

Justamente, en esa misma fecha el Ministerio de Salud repartió tablets en algunos establecimientos y emitió un oficio ordinario para reforzar la comunicación entre familiares y pacientes durante la pandemia.

“Sabemos que los equipos de salud se están sacando la mugre, y su trabajo es reconocido cuando los pacientes se van de alta, pero también cuando permiten acercarlos a sus familiares a través de la tecnología”, expresó el otrora subsecretario de Redes Asistenciales, Arturo Zúñiga, durante la entrega de dispositivos.

Ángela madre y Ángela hija estuvieron internadas más de 40 días. La recuperación de la enfermera, dicen, fue milagrosa.

Milagro o no, el personal sanitario es el único acompañamiento real que tienen los pacientes internados. Hoy, su aporte no sólo es médico, sino integral, al punto de hacer esfuerzos extras para humanizar el proceso de recuperación.

Sin ellos, sin sus rituales, sin esas videollamadas o gestos de cariño, la recuperación no sería la misma, y los sobrevivientes lo tienen claro.

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