Una vida de guerras, saqueos y política: el general Baquedano explicado

Combatió en las grandes guerras de Chile, lideró al Ejército en la invasión a Lima y participó de la “pacificación” de la Araucanía. Una historia de batallas ganadas y disputas políticas que en las últimas semanas ha abierto el debate sobre la estatua de Baquedano y otros monumentos históricos.


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A las dos de la madrugada del viernes 12 de marzo recién pasado, la estatua del general Manuel Baquedano fue removida del lugar en que estuvo erguida por más de 90 años. Una partida mediática, con homenaje del Ejército, resguardo policial y en medio del toque de queda.

Pero, ¿quién es Manuel Baquedano? ¿Por qué tiene detractores y partidarios? ¿Es realmente un héroe como narra la historia oficial?

Este es el relato de la vida del general invicto, de luces y sombras.

La rebelión de 1851 y la batalla contra su padre

Con sólo 15 años, el joven Manuel Jesús Baquedano escapó de su casa para ingresar al Ejército y embarcarse rumbo al norte. Su anhelo era defender a Chile en la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana en 1838, y para eso se unió a las tropas que participaron en las batallas de Portada de Guías y de Yungay. Allí alcanza el grado de teniente y comienza el recorrido de una vida ligada a la milicia, a la política y el poder.

El 18 de septiembre de 1851, Manuel Montt asumió como presidente de la República de Chile, luego de haber ganado en casi todo el país las elecciones de junio del mismo año. Mientras inauguraba su mandato, desde el norte llegaron noticias al Palacio de La Moneda, informando que los liberales se habían apoderado de La Serena.

Era el inicio de la rebelión de 1851, en la cual los liberales pedían derrocar el gobierno de Montt y derogar la Constitución de 1833 que establecía un gobierno presidencialista y monopartidista. Aquí es donde aparece Baquedano en la historia, cuando es llamado a combatir las fuerzas opositoras del sur.

“El papel de Baquedano fue aplacar una rebelión”, expresa Gabriel Muñoz, historiador, profesor y candidato a convencional por el distrito 9 representando al Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR). “Fue el brazo armado de un Gobierno que tuvo muchos aspectos de dictadura y defendió a una clase social dominante que aplastó una rebelión que también tenía rasgos populares, pues graficaba el descontento de miles de peones, de pirquineros y de trabajadores portuarios”.

Baquedano pintura
Pintura de Baquedano por Pedro Subercaseaux. MEMORIAL EJÉRCITO DE CHILE

En diciembre de 1851 fue nombrado ayudante de Manuel Bulnes para participar en la Batalla de Loncomilla. Ahí se enfrentó a su padre, Fernando Baquedano Rodríguez, jefe de estado mayor del ejército rebelde del general José María de la de Cruz, opositor al gobierno de Manuel Montt. Pero el ejército rebelde fue derrotado y el padre de Manuel Baquedano herido y capturado en la batalla.

“El padre del general Baquedano finalmente es indultado y liberado. Luego de haber participado en la guerra de la Independencia de Chile junto a Carrera y O’Higgins, se retira y deja de intervenir en política. Pasa a segundo plano”, asegura Muñoz, quien agrega que Manuel Baquedano empezó a ser más famoso y adquirir relevancia, tanto en la vida política como militar.

El triunfo de la batalla de Loncomilla le significó el ascenso. Manuel Montt lo premió con el grado de sargento mayor de la Escolta del Gobierno y “fue beneficiado con una hacienda en el sur”, menciona Muñoz.

Pero su vida de agricultor no duró mucho. Ya en 1859 estaba batallando en una rebelión y defendiendo por segunda vez al presidente Montt. Baquedano, nuevamente, triunfó y fue ascendido a sargento mayor efectivo del Ejército.

Baquedano en la “pacificación de la Araucanía”

En 1868, Baquedano se suma a lo que se conoció como la “pacificación de la Araucanía”, bajo el mando de Cornelio Saavedra. Es solicitado por el entonces presidente, José Joaquín Pérez, para detener el alzamiento, encabezado por el lonco Quilapán y otros caciques, y es comandado, después, para combatir en Malleco y Reinaco, entre enero y mayo de 1869.

Alejandro San Francisco, doctor en Historia de la Universidad de Oxford, afirma que a pesar de la barbarie ocurrida en la “pacificación de la Araucanía”, Baquedano no tuvo protagonismo dentro del mismo conflicto.

“Si uno lee las biografías de Baquedano, como por ejemplo, la de Rafael González Amaral Baquedano, Controversias de un general invicto, le dedica apenas unas lineas a la presencia de Baquedano en la Araucanía y no detalla la participación específica de Baquedano”, resalta.

Gabriel Muñoz también comparte que Baquedano no tuvo una participación importante en el conflicto. Sin embargo, destaca que lo que sí hizo Baquedano fue “participar de una guerra contra el pueblo originario principal de este país”. Una guerra que, según José Bengoa en su artículo La última batalla del General Baquedano, fue una “guerra de exterminio” contra el pueblo mapuche.

«Fue el brazo armado de un Gobierno que tuvo muchos aspectos de dictadura y defendió a una clase social dominante que aplastó una rebelión que también tenía rasgos populares.»

— Gabriel Muñoz, historiador.

La invasión a Lima como comandante en jefe del Ejército

En abril de 1879, Baquedano desembarcó en Pisagua por la guerra del Pacífico. Mientras al interior de las fuerzas chilenas se desarrollaba una disputa entre el ministro de Guerra en Campaña, Rafael Sotomayor, y el comandante en jefe del Ejército, Erasmo Escala, Manuel Baquedano derrota a las fuerzas peruanas en la batalla de Los Ángeles en Moquegua (Perú).

Esta victoria lo lleva a convertirse en el nuevo comandante en jefe del Ejército, liderando así las tropas chilenas en la guerra del Pacífico.

José Bengoa detalla que las tropas de Baquedano en Lima “eran de miles de soldados”. El general iba al ataque con poca consideración de sus vidas siendo por tanto las bajas enormes. “Los heridos fueron tantos que en Chile se desarrolló la medicina ortopédica a raíz de esos casos. En el Museo de Historia de la plaza de Armas hay fotografías de exsoldados sin brazos, piernas, etc… muy macabro”, argumenta.

Por su parte, Gabriel Muñoz cuenta que los saqueos y violaciones que realizaron las tropas chilenas en Lima, a cargo de Baquedano, fueron el resultado de un ejercicio sistemático que habían practicado en otros pueblos peruanos antes de llegar a la capital.

“Lo que mostraron en Lima fue lo que hicieron durante toda la campaña del Desierto. Los chilenos hicieron una guerra de rapiña, de usurpación y de violencia jamás vista. Es la guerra más cruel de América Latina. Ningún pueblo invadió la capital de otro pueblo para solucionar un problema territorial”, opina Muñoz.

A pesar de no tener una cifra oficial, se estima que en la Guerra del Pacífico murieron cerca de 14 mil personas, entre civiles y militares a lo largo del conflicto. Luego de su avasallador triunfo, Baquedano “fue recibido de manera apoteósica en Valparaíso y en Santiago tras sus victorias militares”, precisa San Francisco, logrando fama y respeto de toda la ciudadanía.

Con esa popularidad se postuló a presidente en 1881, para luego retirar su candidatura y darle el triunfo a Domingo Santa María González. Baquedano se convirtió en senador por Santiago al año siguiente. Se dedicó a la política hasta que volvió a ser protagonista de la historia de Chile en la guerra civil de 1891.

Su accidental periodo presidencial

“Sabiendo perdida la batalla de Valparaíso y no disponiendo ya de ningún recurso para sostener una autoridad que no tenía base constitucional y nada podía esperar del pueblo, el señor Balmaceda dictó el decreto que publicamos a continuación y en el cual encargó al señor general en jefe don Manuel Baquedano del mando político y militar de la nación”.

Así expresaba la publicación del 29 de agosto de 1891 en el Diario Oficial, poniendo fin a la guerra civil que duró seis meses. Un conflicto que “costó la vida de más de 4 mil chilenos, en una población de algo más de dos millones y medio de habitantes”, según el portal Memoria Chilena.

Baquedano aceptó el desafío que le impuso José Manuel Balmaceda y asumió como “presidente accidental de la República”, debiendo poner orden a un país convulsionado y dividido entre partidarios del expresidente recién salido y simpatizantes del Congreso Nacional.

Balmaceda, luego de haber perdido la guerra en Placilla el 28 de agosto, no podía dejar el mando del país en manos de alguien de Gobierno, pues no sería reconocido ni obedecido por la ciudadanía. Fue entonces cuando confió en Baquedano el cargo de presidente.

«Hay varios documentos y libros que indican que durante su gobierno provisional (de tres días), Baquedano estuvo ‘perdido’.»

— Alejandro San Francisco, doctor en Historia de la Universidad de Oxford

“Balmaceda llamó a Baquedano porque en el contexto de la guerra civil los militares pasaron a ser actores políticos relevantes y porque confiaba que sólo un hombre de armas pondría orden: ‘Necesitamos a un militar… No respetarían a un civil’, fue la reflexión de Balmaceda”, subraya Alejandro San Francisco.

Hasta el día de hoy se cuestiona el actuar de Baquedano como presidente accidental de la República en 1891. El general invicto no pudo contener el desorden y los saqueos. “Se multiplicaron las orgías en las casas, mientras que la ebriedad más repugnante se extendía públicamente hasta los más apartados barrios”, narra el libro Historia de la cárcel política de Santiago: La Bastilla Chilena, de El Vizconde del Palacio, en 1893.

“Hay varios documentos y libros que indican que durante su gobierno provisional (de tres días), Baquedano estuvo ‘perdido’ y que entendió mal sus atribuciones, que eran básicamente mantener el poder y el orden mientras asumía el gobierno de los revolucionarios vencedores”, manifiesta San Francisco.

“Incluso el asesor y amigo del general, Máximo Ramón Lira, estimó que Baquedano vivió la ‘fantasía’ de suponer que gobernaba efectivamente y que, por ello, pensó en designar embajadores y otros cargos públicos”, añade el historiador.

La estatua e imagen del general Baquedano

Durante las Fiestas Patrias de 1928, el presidente de la época, Carlos Ibáñez del Campo, situó el monumento ecuestre del general Manuel Baquedano González en la plaza Italia, en el centro de la capital.

Según Gabriel Muñoz, Ibáñez del Campo erigió la estatua como un símbolo de su administración, para entregar un mensaje a la ciudadanía: “Era una forma de dejar una huella de lo que estaba haciendo su gobierno, que era que los militares deben intervenir en política, de la misma manera que lo hizo Baquedano”.

Pedestal del monumento removido el 12 de marzo en plaza Baquedano. ROCÍO ARAVENA (WMCL)

Por su parte, San Francisco detalla que la estatua elaborada por el escultor Virginio Arias se levantó con gran respaldo parlamentario y apoyo social. “En vida (el general Baquedano) recibió homenajes, poemas, reconocimientos, gratitud y fue elevado a un carácter casi mítico. Su funeral, sentido por la población y con gran participación popular, ilustran este aspecto de su vida”, asevera.

Sin embargo, San Francisco cree que con el pasar del tiempo, la imagen de Baquedano fue cambiando.

“Lo que ocurre es que Chile ya no es la ‘tierra de guerra’ que fue en el siglo XIX, y hoy existe una disputa sobre los héroes republicanos del siglo XIX, que afecta a las figuras militares, pero también a las políticas y religiosas”, destaca.

En tanto, Muñoz ve a Baquedano como “un gran militar de la burguesía”: “Un general sanguinario y bastante científico para pensar. Un político trascendental para la historia del Estado de Chile, pero con consecuencias sangrientas y brutales para los pueblos de Chile”.

Actualmente, el lugar donde durante casi 100 años estuvo erguida la estatua se encuentra rodeado por una estructura de placas metálicas. El sitio seguirá resguardado por Carabineros, mientras en Cerrillos la escultura espera para ser reparada. El presidente Sebastián Piñera afirmó que durante su período Baquedano volvería sobre la plaza.

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