La relación del empresariado con los medios explicada

Como dueños, mediante su opinión en entrevistas, o poniendo y sacando publicidad, los empresarios influyen en los medios. Sus prácticas son cuestionadas por la ciudadanía, pero las repiten una y otra vez. ¿Quiénes son y cómo es su razonamiento?

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El reloj marcaba las 22:00 horas del pasado 11 de septiembre y La Red comenzaba a emitir en horario prime La Batalla de Chile, el aclamado documental del cineasta Patricio Guzmán que narra los acontecimientos ocurridos entre 1972 y 1973, con los últimos meses de la Unidad Popular y el golpe de Estado.

Estrenada en 1975 y reconocida como una de las 10 mejores películas políticas por la revista especializada estadounidense Cineaste en 1987, la trilogía documental nunca había sido emitida en televisión abierta en Chile. En 1997 se exhibió una única función en un pequeña sala de Santiago para 300 personas, y recién en 2018 se realizó una maratón en la Cineteca Nacional.

En los últimos días se acusó un veto contra el documental en TVN, que el canal desmintió de forma extraña, publicando en Twitter que nunca había adquirido los derechos –¿por qué el canal público no adquirió los derechos del documental chileno más famoso de la historia si no existía un veto?–.

La audiencia premió a La Red –logró entre 5,4 y 6,3 puntos promedio de sintonía en los tres capítulos del documental, con peaks de 8– y las redes sociales se llenaron de comentarios sobre la emisión. Sin embargo, lo que generó más revuelo fue la polémica que estalló al día siguiente del primer capítulo, cuando el canal televisivo denunció públicamente un intento de amordazarlos, acusando represalia por parte de uno de los grupos económicos más grandes del país.

“Confirmamos que efectivamente la empresa Carozzi retiró su publicidad de La Red por emitir #LaBatalladeChile. Contestaremos a esta insólita decisión, que pareciera buscar una censura editorial, a través de nuestras pantallas como siempre lo hemos hecho”, se leía en Twitter.

Carozzi respondió a través de una declaración pública señalando que las acusaciones “son falsas” y que todo se habría originado por “un error” cometido por una empresa de comunicación externa. Pero el texto sí indica que “por definiciones corporativas, la compañía no auspicia programas con contenido político, como una señal de respeto a nuestros consumidores y a su forma de pensar”.

Hasta aquí va la polémica. La empresa aún no ha sostenido una conversación directa con el canal, por lo que sus controladores, la familia Bofill, no han explicado el actuar de la agencia contratada.

Y sí, estando en el siglo XXI, no ha sido el único caso. En noviembre de 2019, el empresario Juan Sutil retiró su publicidad de CNN Chile por ser “absolutamente parcial”. No han actuado a la altura del periodismo correcto”, decía en ese momento. Así el presidente de las Empresas Sutil ponía fin, en pleno estallido social, a los auspicios emitidos durante cuatro años en el programa Agenda Agrícola.

A través de una carta, enviada a la gerencia de la estación televisiva, exponía que “la razón principalmente obedece a la deplorable actitud de CNN y CHV en los momentos en que Chile necesitaba de un periodismo serio, objetivo y libre de sesgo político”, esto en relación a la cobertura mediática realizada por el medio respecto a las manifestaciones y protestas en marco de las demandas sociales.

Entonces, teniendo en cuenta que estamos viviendo un proceso de cambio en Chile, ¿qué pasa con el empresariado y su vínculo con los medios de comunicación? ¿Sigue existiendo influencia de estos puestos de poder, incluso, en la información emitida? ¿Quiénes son estos empresarios que hoy siguen ejerciendo sus dominios cuando algo no les beneficia?

Sin duda es un tema complejo, pero vamos a revisarlo paso a paso y analizar junto a expertos, lo que hoy se vive en Chile.

Tienen el poder y, ¿lo van a perder?

Pareciera ser que tal como la canción de la Bersuit Vergarabat, Sr. Cobranza, el empresariado chileno tiene miedo a perder el poder que ha mantenido por años, al realizar acciones más pasionales o ideológicas que estratégicas, como quitar su publicidad de los medios que emiten contenidos con los que no están de acuerdo.

Desde la polémica de La Red con la compañía de alimentos, el hashtag #CarozziMeEspanta comenzó a hacerse viral, llegando a ser Trending Topic durante más de un día. Se denunció en redes sociales su intención de censura, se hizo un llamado a no comprar más los productos de la marca y fue blanco de críticas por ejercer prácticas que ya no son bien vistas en el nuevo país que se pretende construir posterior al 18 de octubre.

Sin embargo y con todo lo mencionado anteriormente, los que tienen el poder, ¿efectivamente, lo van a perder? La verdad es que no, porque el empresariado chileno, además de ejercer presión a los medios de comunicación con su apoyo publicitario, hoy también son dueños de los mismos. Y no cualquiera, sino de medios de gran alcance y cobertura nacional.

Juan Sutil
Juan Sutil, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio. CONFYN

Sin ir tan lejos en el mapa relacional empresario-medios, Cristián Bofill, quien fuera el director de La Tercera, del área de prensa de Canal 13 y después director ejecutivo del mismo, es hoy quien dirige Ex-Ante, medio defensor del Gobierno de Sebastián Piñera. Pero también, Cristián es primo de la dinastía de los gonzalos Bofill, quienes han controlado y administrado a Carozzi desde hace años.

El Grupo Luksic, que tiene participación en el sector financiero (Banco de Chile), manufacturero (Nexans), energético (Enex), de transporte (Hapag-Lloyd), de bebidas (CCU) y minero (Antofagasta Minerals), es también la cabeza de las empresas que engloban a Canal 13, con canales de televisión, páginas web, radios y podcast.

«Financian aquellos programas que reproducen sus ideas, las refuercen o las desarrollan, por eso en el país muchas empresas financian las think tanks.»

— Rodrigo Larraín, sociólogo y académico de la Universidad Central (UCEN).

El Grupo Bethia que gestiona Megamedia y que incluye canales de televisión y radios, también tiene inversiones en Latam, Colmena, Aguas Andinas y Falabella, que administra y controla centros comerciales, retail, bancos, aseguradoras, supermercados y empresas inmobiliarias en Chile y Sudamérica.

Quien actualmente posee el 100% de Copesa (La Tercera, La Cuarta, Paula, Glamorama, Icarito, Radio Duna) es el grupo empresarial chileno, CorpGroup, quienes están también involucrados en el sector hotelero, inmobiliario, financiero y del retail.

Y antes de quedarse sólo con El Mercurio Sociedad Anónima Periodística, el Grupo Edwards era el conglomerado económico más grande e importante del país. Poseía bancos, aseguradoras, empresas industriales, una línea aérea y la concentración más grande de medios de comunicación, sin contar que durante la dictadura cívico-militar fue uno de los medios que más defendió al régimen.

Una costumbre que no cesa: empresas que lo tienen todo y que participan de casi todos los rubros de la economía, invierten y adquieren medios de comunicación. ¿Qué más quieren? ¿Qué quieren lograr? ¿Anhelan más poder, acaparamiento o plasmar su ideología política? ¿Es el empresariado chileno cargado hacia un sector político?

La influencia política en los medios

Para Rodrigo Larraín, sociólogo y académico de la Universidad Central (UCEN), el empresariado chileno es ideológico tal como lo muestra el documental La Batalla de Chile.

“Financian aquellos programas que reproducen sus ideas, las refuercen o las desarrollan, por eso en el país muchas empresas financian las think tanks (instituciones de naturaleza investigativa cuya función es la reflexión intelectual sobre asuntos de política y estrategia política, economía, entre otros) y están preparando nuevos argumentos para sus puntos de vista. Esa es la relación más básica, la más brutal, la más simple”, explica.

Según Larraín, el empresariado tiene una idea de que la modernidad es una cuestión mecánica y simple, sólo debe apretar algunas tuercas para obtener los resultados deseados. Es decir, retira el financiamiento y genera un impacto para que finalmente funcione como él quiere.

“Es una concepción totalmente burda, mecánica e instrumental de lo que es el mundo moderno. Se supone que estas empresas son resultado del capitalismo y el capitalismo busca el progreso y la modernidad. Y aquí no lo cumple”, subraya.

Hay otro punto que para el sociólogo es trascendental: la formación de los mismos empresarios. Asegura que los empresarios locales se han formado de una manera unilateral con ideas de finanzas y administración ajenas, en comparación a la formación del empresariado en otros rincones del mundo.

En Chile, la Escuela de Chicago con Milton Friedman y otros predecesores de él, tuvo una clara influencia bien poco sofisticada, según el experto. Es que aquí entramos derechamente a la discusión de qué son los posgrados realmente. Un MBA –Maestría en Administración de Empresas– hoy es considerado al nivel de un máster o una maestría, pero antes, cuando estudió una parte importante de los grandes empresarios chilenos, era considerado intermedio, entre una licenciatura y un máster.

En el país, antes de la Constitución del 80, esos postítulos eran vistos como una segunda profesión, pero hoy al evaluar los conocimientos que entregaban, no son más que una mención, bastante limitados en en cuanto a perspectivas. Por ende, no entregaron las herramientas para lograr una visión amplia que es lo que hoy se necesita.

 

“Entonces en Chile esa concepción predominó y esa es la influencia de la Escuela de Chicago y todas las escuelas que copiaron ese modelo. Los empresarios optaron por una concepción educativa a tener tres o cuatro visiones. Uno espera que el profesional sea completo, que las maneje todas o al menos que tenga un conocimiento”, explica Larraín.

Independiente de su formación, la influencia del empresariado en los medios es real, tanto para eliminar de la agenda informativa como para sumar. “Hay influencia porque la gente se da cuenta cómo piensan los que ponen las lucas (…) El control directo y explícito no, el indirecto sí”, afirma.

“En Chile no hay diarios con noticias policiales porque pasaron a los matinales y tienen que ser noticias criminales muy grandes para que aparezcan en horario prime. También hay otros temas, sabemos muy pocas noticias de regiones, de zonas extremas, de que están tratando de saltarse por ejemplo los estilos de impacto ambiental (…) La crisis hídrica lleva como 12 años y es bien importante. Esa noticia no estuvo nunca porque seguramente perjudicaba a algunos empresarios dedicados a la agroindustria”, asevera.

«Las empresas tienen todo el derecho, el legítimo derecho, de decir dónde van a poner sus recursos para promover sus productos y servicios. Pero yo creo que hay un error importante cuando esos recursos se utilizan para presionar a un medio de comunicación.»

— José Miguel Infante, director de la carrera de periodismo de la UCEN.

Para el sociólogo, el nacimiento de nuevos medios podría ser una solución, aunque estos podrían sobrevivir siempre y cuando consigan tener socios generosos y extranjeros -con una visión distinta- y que exista una cultura de que uno debe pagar por el servicio, aunque sea poco.

“Fue una medida apresurada”

“Las empresas debiesen reflexionar lo que están haciendo”, manifiesta el director de la carrera de Periodismo de la UCEN, José Miguel Infante. “No es simplemente ganar clientes o generar riqueza, sino que también a las empresas se les pide una contribución a la sociedad”.

Para el académico, tanto las empresas como los medios de comunicación cumplen un rol social, que está cada vez más exigido por la ciudadanía y que en este caso no se cumplió con el estándar esperado de la empresa y su comportamiento se puso en cuestión.

“Las empresas debiesen reflexionar qué es lo que están haciendo respecto de cómo quieren contribuir a la sociedad, porque una cosa es determinar de acuerdo al público o a los segmentos que yo estoy llegando, dónde voy a poner mis recursos para poder publicitar mi producto o servicio; pero otra cosa distinta es utilizar esos recursos para difundir o promover mis productos y servicios con otros fines”, recalca.

Y aclara: “Las empresas tienen todo el derecho, el legítimo derecho, de decir dónde van a poner sus recursos para promover sus productos y servicios. Pero yo creo que hay un error importante cuando esos recursos se utilizan para presionar a un medio de comunicación”.

Para el periodista, la estrategia de la entidad de quitar su publicidad mientras emitían La Batalla de Chile fue “una mala vía”, que terminó afectando la reputación de la marca y su imagen.

“Fue una medida apresurada, que debió haber sido mejor pensada y analizada, principalmente por las consecuencias; porque en definitiva, los medios de comunicación afectados han tenido el apoyo del mundo de las comunicaciones y de la población en general, siendo ya antes cuestionadas las empresas que habían actuado de esta manera”, asegura.

Uno de los cuestionamientos que han surgido por la concentración económica es que siempre son los mismos actores los que tienen voz y presencia en los medios de comunicación que actualmente son regidos por grupos empresariales como el de Luksic o Bethia.

Muchas veces, de hecho, los mismo empresarios son recurrentes en medios. Es fácil revisar las páginas sociales de El Mercurio para ver a quienes poseen el capital. Pero no se limita a eso. En las secciones nacionales o de economía también sus opiniones son puestas a la misma altura que las de los ministros, o participan en paneles televisivos como si fueran expertos en una serie de temas que en realidad no manejan.

El ejemplo más emblemático en los últimos años ha sido el presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), Juan Sutil, quien es constantemente entrevistado por la prensa hegemónica. Basta una búsqueda en Google para encontrar titulares esta semana opinando sobre la Convención: “Cada vez nos vamos alejando más de hacer una mejor Constitución”, dijo en Radio Pauta. ¿Nos debería importar la opinión de Sutil sobre la Convención?

“Ahí hay una tarea que nosotros como periodistas tenemos que revisar. Hay que acordarse que para el estallido social, la prensa y en general los medios de comunicación, fueron interpelados, y esa interpelación tiene que ver con la carencia de nuevas visiones”, manifiesta.

Por lo mismo, el académico propone que hoy debe existir “la mayor cantidad de voces posibles respecto a un tema. La visión completa y no solamente los blancos y los negros, sino que también los grises. De manera que podamos tener un acercamiento, una aproximación bastante más ajustada a lo que está sucediendo (…) Ahí hay una tarea del periodismo, de hacer este ejercicio de humanizar más las informaciones”.

Y es que además de la poca tribuna que se le da a nuevas voces, otro de los grandes problemas son las noticias que terminan siendo una especie de propaganda o publirreportajes, que muy poco tienen de informativo, presionados por ciertas empresas o grupos económicos.

“No hay que confundir el ejercicio periodístico e informativo con la propaganda, venga de donde venga”, especifica el director de la carrera de periodismo UCEN.

“Ahí hay un límite muy fino que no hay que confundir, porque el buen periodismo es un ejercicio que cumple un rol social, que tiene un valor en sí y por eso también los periodistas tienen que ser profesionales y deben tener la actitud para decir que no y cumplir con el ejercicio ético de la profesión”, finaliza.

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