“Venga de donde venga”: ¿está legitimada la violencia en las funas contra políticos?

Funas a candidatos presidenciales han puesto en discusión si se debe condenar este tipo de manifestaciones, sobre todo si conllevan violencia. La consigna de sus inicios “sino hay justicia, hay funa”, parece que ya no es bandera de lucha.

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“Lo que creemos que quiso hacer (Gabriel Boric) es sacar provecho de esta instancia con los presos políticos de la revuelta”, expresó el cofundador, vocero y coordinador de la Lista del Pueblo, Rafael Montecinos, en un punto de prensa realizado el viernes pasado en apoyo a Fabiola Campillai.

“Lo que le hicieron los presos políticos a él fue una reacción totalmente justa (…) Él se alejó totalmente de las demandas sociales, apoyó la Ley Antisaqueo y hoy día se quiso, prácticamente, venir a reír de los presos políticos a Santiago 1”, agregó antes de finalizar diciendo que “todo lo que le pasó es consecuencia solamente de sus actos”.

La mañana del pasado 30 de julio, el candidato presidencial de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric (CS), visitó el Centro de Detención Preventiva, con el propósito de reunirse con los presos de la revuelta que se encuentran en prisión preventiva y sin un juicio justo desde el 18 de octubre en adelante. Pero la cita no resultó como esperaba.

Al interior del módulo 12, el actual diputado se encontró con la negativa: no era bienvenido en Santiago 1. Gritos en su contra que lo increpaban le daban a entender que no lo querían ahí dentro y se lo hicieron saber hasta con un golpe. “Fue agredido por un interno con un golpe de puños en su rostro”, manifestó Patricio Baquedano, presidente de la Asociación Nacional de Funcionarios Penitenciarios (ANFUP).

Al día siguiente, la precandidata presidencial de Unidad Constituyente, Yasna Provoste (DC), fue increpada en una feria libre en Puente Alto. “Devuelva la plata que se robó”, fue uno de los gritos que recibió la actual presidenta del Senado, quien al salir aseguró que “hubo gente muy cariñosa, pero también un grupo organizado que estaba acá para generar disturbio”.

Desde todos los sectores políticos condenaron las manifestaciones que se realizaron el fin de semana pasado en contra de los dos postulantes más fuertes de la centro-izquierda para llegar a La Moneda.

Sin embargo, en el mismo tono de Montecinos, personas en redes sociales comenzaron a justificar estas funas y, sobre todo, la violencia, cancelando a toda autoridad que la condenara “venga de donde venga”.

Al parecer, a ambos candidatos aún les pasa la cuenta su actuar pasado y la gente todavía no olvida que Gabriel Boric y su sector votaron a favor de la idea de legislar una ley que ayudó a apresar por delitos relacionados al estallido social, ni tampoco que Yasna Provoste fuera destituida del Ministerio de Educación por irregularidades financieras de más de $262 mil millones.

Pero, ¿se puede justificar la violencia en la funas? ¿Habría que condenar, sin miramientos, la violencia “venga de donde venga”? ¿Cuáles son los límites de las funas? ¿Es justicia social?

La cultura de la funa y la cancelación llegaron para quedarse tanto presencial como virtualmente y, al parecer, según desde donde se mira y ejerza, será cuestionada o justificada por la comunidad.

La cultura de la funa y su delgada línea hacia la violencia

“Las funas comenzaron en los ochenta por grupos antidictadura vinculados a parroquias, pero hay una versión apócrifa que ubica la primera funa en 1999 contra un médico de la CNI (Central Nacional de Informaciones). La razón era ‘sino hay justicia, hay funa’”, cuenta Rodrigo Larraín, sociólogo y académico de la Universidad Central de Chile (UCEN).

Es el tema de la Comisión Funa, cuya primera acción fue dirigida hacia el cardiólogo Alejandro Forero, quien fue parte del Comando Conjunto y supervisó torturas en contra de detenidos desaparecidos en Chile. Luego, se fueron sumando rápidamente diversas organizaciones políticas, juveniles y estudiantiles.

Su modo de operar era el siguiente: El grupo iniciaba una marcha masiva y pacífica hasta llegar a la casa o al lugar de trabajo de quien, a juicio de la comisión, eludió la justicia. Luego comienza el repudio público con carteles y rayados, comunicando a viva voz a todos los presentes, incluyendo a sus vecinos o compañeros de trabajo, el pasado del funado. Así, se apela a la sanción social.

Y claro está que la funa ha tenido una evolución tal que ya es común ver repudios masivos en redes sociales, es decir, de forma virtual. Para Larraín, la funa por RR.SS. es, generalmente, ciberbullying, y requiere que el infractor sea parte de este mundo y que sea conocido, de lo contrario, no tendrá el efecto deseado.

Versión de Gabriel Boric sobre lo que ocurrió en la cárcel.

“En general no tiene contenido político como antes, sino más bien denuncias sobre acoso sexual, despecho, problemas en el comercio y simplemente mentiras. Las redes requieren saber leer, escribir y tener comprensión lectora escrita, que generalmente los funeros no tienen. Las redes sociales refuerzan los prejuicios, porque son enviados desde y hacia los que tienen los mismos prejuicios”, señala.

También se ha sumado a estas nuevas tendencias la cultura de la cancelación virtual, es decir, dejar de seguir a dicho personaje, eliminarlo y dejar de hablar de él. “Antes también operaba la ‘muerte simbólica’ de personas. Hubo un senador que se trenzó en una riña con unos periodistas y nunca más salió en ninguna noticia. Ahora es más fácil”, recuerda el experto.

Sin embargo, la evolución de los distintos tipos de funa han tomado un giro más provocador e incluso violento. ¿Deja de ser funa cuando esta pasa a ser una agresión? ¿Qué tan delgada es la línea que divide una funa tradicional de una violenta?

«La funa no nació violenta. Eran hechas por grupos que practicaban la no violencia activa. Los desmanes y las agresiones no son funa, son delitos.»

— Rodrigo Larraín, sociólogo y académico de la Universidad Central de Chile (UCEN).

Según el sociólogo y académico de la UCEN, “la funa no nació violenta. Eran hechas por grupos que practicaban la no violencia activa. Los desmanes y las agresiones no son funa, son delitos. El error de Boric fue atribuirlas a las condiciones de sus agresores funadores, en el caso de Provoste, eran sujetos agresivos calumniadores. Ambos casos no son técnicamente funas, si volvemos a la raíz del concepto”.

Entonces, ¿qué es técnicamente una funa?

La palabra “funa” es un chilenismo que deriva de la lengua mapuche, mapudungun, que significa “podrirse” o “echarse a perder”. En ese sentido, una funa es podrir a alguien, cambiarlo de su estado natural a uno descompuesto o de echarle a perder el statu quo a alguien.

Así fue como le arruinaron su visita de campaña a Yasna Provoste en Puente Alto y también la cita con los presos políticos que Gabriel Boric pretendía realizar en Santiago 1. A pesar de que dichos actos fueron repudiados por la clase política, ¿cambia en algo que efectivamente se condene públicamente este tipo de manifestaciones, tal como dice la manoseada frase “venga de donde venga”?

Para el sociólogo Rodrigo Larraín, la respuesta es no. “Ninguna acción se modifica con una declaración condenatoria” y apunta a que una acción efectiva sería, por ejemplo, la expulsión del individuo de su partido político, como también, denunciar ante los tribunales las ofensas con publicidad que denigren los DD.HH. “Esa sería una verdadera ‘condena’”, señala, pero en los hechos eso no ocurre.

En el caso de las personas que optan funar por medio de la violencia, el académico de la UCEN es categórico en asegurar que nunca se debe olvidar los inicios de las funas en nuestro país. Para él, sigue siendo igual de útil funar a los funadores violentos y denunciarlos públicamente: “En Chile sale gratis funar, entonces hay que volver a los orígenes ‘si no hay justicia, hay funa’”.

De todas formas, Larraín explica que “muchos de nuestros funadores no son violentos y exhiben más problemas de inmadurez e individualismo”, exponiendo como ejemplo el video de un joven, hace unos años en Providencia, quien mostró su peor faceta al no recibir su hamburguesa recientemente comprada de forma rápida, tampoco una respuesta satisfactoria.

Según el sociólogo, “destruir los bienes no es funar, es no entender la política”, dejando en claro que para funar por funar, sin ningún propósito de justicia ni sueños e ideales de un mundo, mejor “es sabotear el pensamiento crítico”. Y finaliza: “Las utopías no equivalen al puro refunfuño violento. Esto es válido para los que tienen ideología de revolución, especialmente para ello”.

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