La hipótesis de la fuga del virus del covid-19 de un laboratorio explicada

Durante inicios de 2020 se habló de un origen natural del SARS-CoV-2, pero un año después no hay evidencia para certificar esa teoría. La posibilidad de una fuga de laboratorio ahora es analizada seriamente tanto por gobiernos como científicos.


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Cuando la existencia del covid-19 se dio a conocer desde Wuhan, se creyó que el primer contagio animal-humano había ocurrido en el mercado de mariscos de la ciudad. Posteriormente, se teorizó que el virus SARS-Cov-2 pertenecía originalmente a un murciélago, y que desde ahí había saltado a otro animal, probablemente a un pangolín, y de este a un humano.

Sin embargo, después de más de un año de estudios de diversos animales, no se ha recolectado suficiente evidencia para confirmar esa teoría. Por un lado, ya se descartó como origen el mercado de Wuhan, que sólo habría sido un punto importante de contagio por la aglomeración de personas. Por otro, se han encontrado en heces de murciélagos virus con 96% de similitud en cuanto su material genético respecto al SARS-Cov-2, pero todavía no se explica ese 4% de diferencia. Mientras, otra hipótesis ha tomado fuerza.

La posibilidad de un accidente en un laboratorio siempre ha estado. Los accidentes ocurren, reconocen los científicos. Esta hipótesis ha sido rechazada por el gobierno chino, que no quiere dar posibilidad a que se le culpe de la pandemia como algo intencional.

Wuhan es sede de un instituto de virología que guarda colecciones de coronavirus en laboratorios, donde son parte de distintos experimentos. El instituto de virología hospeda al primer laboratorio en China con un nivel 4 de bioseguridad, la más alta de las categorías en esta materia.

La politización del tema en Estados Unidos hizo que muchas instituciones no exploraran con seriedad la posibilidad de un accidente de laboratorio como origen de la pandemia. En ese país se mezclaba en la disusión la posibilidad de un simple accidente, con la de una supuesta maquinación del gobierno chino, como una especie de ataque.

Esta instrumentalización fue perjudicial en la misma sociedad estadounidense, donde personas de ancestros asiáticos sufrieron ataques racistas, solamente por sus rasgos.

Meses después de la salida del expresidente Donald Trump, ahora que no hay una voz desde la Casa Blanca acusando a China de causar la pandemia a propósito, Biden encargó explorar el origen del coronavirus incluyendo la posibilidad de un accidente en el laboratorio.

96% de similitud

Era el año 2012. En la remota localidad de Tongguan, provincia de Yunnan, al suroeste de China, tres hombres fueron enviados a limpiar materia fecal de murciélagos en una cueva dentro de una mina de cobre. Los tres desarrollaron síntomas muy parecidos a los que conocemos del covid-19 y murieron. En tanto, otros tres hombres fueron enviados a reemplazarlos en la tarea al mismo lugar, y los tres desarrollaron los mismos síntomas, pero pudieron ser tratados oportunamente.

Noticias de este evento llegaron a los oídos de Shi Zhengli, directora del Instituto de Virología de Wuhan. Este es uno de los pocos en su clase, ya que fue el primer laboratorio de China en obtener la calificación de bioseguridad BSL-4, que le autoriza a hacer las pruebas más avanzadas y a trabajar con virus peligrosos, como el del SARS o el dengue, por dar algunos ejemplos.

Desde Yunnan se enviaron muestras de los pacientes al instituto, que las testeó para diagnosticar la enfermedad. Al no poder identificarse el problema, el instituto envió un equipo a recoger muestras de la cueva en cuestión. En esa recolección, que duró tres años, se identificaron casi trescientos coronavirus distintos, uno de ellos el RaTG13, que es 96% similar en su secuencia genética al SARS-CoV-2.

Aunque el coronavirus RaTG13 fue mencionado por primera vez sólo a principios del 2020, cuando ya había iniciado la pandemia, sí había sido descrita con anterioridad una secuencia idéntica a una parte del RaTG13, llamada BtCoV/4991, en un artículo de investigación durante 2016, según reporta Independent Science News.

Lo que distingue al RaTG13 del SARS-CoV-2 es su capacidad de contagio, no sólo porque no se reportaron infecciones de personas fuera de la cueva de los mineros –lo que significaría que los mineros se contagiaron sólo tras contacto con fecas, y no hubo transmisión entre humanos–, sino que también por la estructura del virus.

La diferencia estructural entre ambos está en una parte de la proteína de la espiga, que es la que se adhiere a la proteína receptora en la superficie de una célula, y da inicio a la infección.

Los eventos de Wuhan

El 26 de diciembre del 2019, una pareja de adultos mayores asistió a un hospital de Wuhan. La mujer tenía fiebre, tos y dificultad para respirar. El hombre tenía sólo fatiga. En el centro hospitalario, la doctora Jixian Zhang vio gracias a rayos X que los pulmones de ambos estaban severamente dañados, así como los del hijo de la pareja.

Con cuatro casos más entre ese día y el siguiente, Jixian Zhang reportó que había encontrado una nueva enfermedad viral, probablemente infecciosa. Para ese 27 de diciembre, ya se habían contagiado más de 180 personas, con casos identificados posteriormente como contagios del virus, reporta Live Science.

Fue la alerta de la doctora Zhang la que convocó a organizaciones mayores. Para el 30 de diciembre ya se difundía por redes sociales una carta de la comisión municipal de salud de Wuhan sobre una epidemia de neumonía.

En la carta se indicaba que todos los centros de salud de la ciudad debían reportar los casos de pacientes con neumonía de orígenes desconocidos y que tuvieran algún vínculo al mercado de mariscos de la ciudad. Esto porque la mayoría de los casos registrados hasta ese momento, pero no todos, habían visitado aquel lugar.

Esta es la versión oficial de China sobre el descubrimiento del covid-19. Sin embargo, hay reportes de otros dos doctores que alertaron sobre una extraña enfermedad en Wuhan, quienes fueron silenciados por el régimen chino.

Ai Fen trabajaba en el Hospital Central de Wuhan, que recibió un caso el 16 de diciembre de un paciente con fiebre alta y que no respondía al tratamiento de neumonía. El paciente trabajaba en el mercado de mariscos de la ciudad. Once días después, la llegada de otro paciente con los mismos síntomas, y con idénticos resultados en pruebas a los del paciente anterior, hacían sospechar que no se trataba de una simple neumonía.

El 30 de diciembre, Ai Fen recibió un informe de laboratorio de uno de los pacientes. En este, estaban las palabras Coronavirus, SARS. Ella, teniendo la experiencia de lo que fue la epidemia de SARS del 2002 al 2004, destacó estas palabras en el informe, le tomó una foto y la compartió, para advertirle a otras personas de lo que venía.

Esa foto llegó a manos de Li Wenliang, oftalmólogo del hospital donde Ai Fen trabajaba. El 30 de diciembre la comunidad médica de Wuhan ya estaba comunicándose entre sí, y ya había salido una advertencia de las autoridades hacia los hospitales, pero Li compartió esta información en un grupo con sus compañeros de generación de la universidad. Fueron estos mensajes los que se viralizaron en redes sociales chinas, y que advirtieron a la población de lo que estaba ocurriendo.

Tanto Li Wengliang como Ai Fen fueron reprendidos por autoridades del hospital, y la policía visitó al oftalmólogo, donde fue “exhortado” por las autoridades a “detener sus actividades ilegales”, por haber compartido la información.

Li Wengliang volvió a trabajar y contrajo covid-19, falleciendo el 7 de febrero del 2020. Ai Fen siguió trabajando, pero una operación de cataratas a la que se sometió en mayo del 2020 la dejó ciega de un ojo, con desprendimiento de retina cinco meses después, provocándole un colapso mental e inhabilitándola de seguir trabajando.

¿Por qué se cuestiona ahora?

Un reporte del Wall Street Journal publicado el 23 de mayo informó que tres investigadores del Instituto de Virología de Wuhan enfermaron y necesitaron asistencia médica en noviembre de 2019. No hay detalles de quienes son estos investigadores, pero estos presentaron síntomas “consistentes tanto con covid como con enfermedades de temporada”.

Esta noticia dice estar basada en un reporte de inteligencia de Estados Unidos, pero la publicación del Wall Street Journal fue la que llevó al gobierno estadounidense a tomar acción. Tres días después, el presidente Joe Biden llamó a la “comunidad de inteligencia” de su país a investigar los orígenes del virus, incluyendo la posibilidad de un accidente en un laboratorio.

Pese a los pocos datos de la publicación, la teoría de que el virus escapó de un laboratorio por accidente ha cobrado cada vez más fuerza. La comunidad científica siempre ha dicho que un accidente en un laboratorio era una “posibilidad”, pero la falta de la información necesaria para confirmar el origen natural del virus ha llevado a más gente a mirar con otros ojos esta teoría.

El microbiólogo David Relman, profesor de microbiología e inmunología en la Universidad de Stanford, llamó a considerar seriamente los accidentes de laboratorio, en una columna en el Washington Post. “La conclusión es que no hemos podido descubrir SARS-CoV-2 en otro lugar que no sea enfermedad humana, y no hemos podido encontrar el ancestro viral inmediato en alguna parte.”

Ya en enero de este año un artículo de la revista New York exploraba esta hipótesis, explicando que un virus podía haber sido modificado mediante un experimento de “avance de función” –o gain of function en inglés–, procedimiento en que se añaden secuencias de otros. En algunos de estos experimentos el objetivo es crear virus más contagiosos o dañinos para después estudiarlos y crear mecanismos de defensa, ante eventuales situaciones similares que puedan surgir en la naturaleza.

No sería la primera vez que un accidente de laboratorio desencadena muertes y hospitalizaciones. En el 2004, una brecha de seguridad en el Instituto Nacional de Virología de China, con sede en Beijing, causó una muerte y otros cuatro contagios del virus del SARS.

Shi Zhengli admitió haber temido que el coronavirus hubiera escapado de su laboratorio, agregando que “no durmió por días” mientras revisaba sus registros. Pero ella afirma que el virus no está relacionado con su instituto.

Cabos sueltos

Un año y medio después del descubrimiento de Jixian Zhang en el hospital de Wuhan, sigue siendo desconocida la identidad del paciente cero. En marzo del 2020, South China Morning Post reportaba que el gobierno chino estaba catalogando como covid-19 casos de mediados de noviembre de 2019, más de un mes antes de que la doctora Zhang fuera la primera en sonar la alarma sobre la situación.

No es lo único que el gobierno chino ha intentado mantener en secreto. La cooperación de las autoridades y la comunidad médica china llega sólo hasta cierto punto. Periodistas de la BBC intentaron ir a Tongguan, la localidad de los mineros fallecidos en 2012, pero encontraron obstáculos puestos por autoridades, y no pudieron llegar a destino.

En marzo pasado, un reporte de la Organización Mundial de la Salud, tras la visita de un equipo a la zona, determinó que no podía establecerse al mercado de mariscos como el lugar de origen del virus, pero sí como un punto crucial. Se tomaron muestras de 188 animales correspondientes a dieciocho especies, y todas resultaron negativas para covid-19.

Tampoco se ha podido establecer claramente desde qué especie saltó el virus a los humanos. Otra teoría es que los animales infectados venían de un mismo lugar, como una granja, y que fueron distribuidos a distintos mercados de la ciudad, lo que habría causado las infecciones en personas, reporta Nature.

La única conclusión que parece arrojar la última visita de un equipo de la OMS a Wuhan es que se debe seguir buscando.

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