Viviendo con $420 mil al mes: ¿cómo subir los ingresos de los chilenos?

50% de quienes trabajan en Chile recibió ingresos mensuales iguales o menores a $420 mil en 2020, según el INE. Conversamos con expertos, quienes sugirieron enfrentar la desigualdad con transferencias directas o una reforma tributaria que financie políticas universales.


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“50% de los chilenos gana menos de $420 mil. Sólo el 17% gana más de un millón. En Chile, puedes trabajar todos los días y aun así no llegas a fin de mes. El endeudamiento para comer y vivir, es la sangre que corre por la exitosa economía chilena”.

Esta es solo una de las miles de reacciones en Twitter tras conocer los resultados de la Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI) 2020 realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y aplicada en el trimestre octubre-diciembre del año pasado. Y sí, las cifras a nivel nacional son de alto impacto.

El ingreso laboral promedio de la población ocupada fue de $635.134, con las regiones Magallanes, Antofagasta y Metropolitana sobre ese nivel, pero el ingreso mediano es de tan sólo $420 mil al mes. Es decir, el 50% de quienes trabajan en el país percibieron ingresos iguales o menores a  $420 mil mensuales –en 2018 y 2019 había sido de $400 mil y $401 mil–.

Según la ESI, durante 2020 los ingresos medios de hombres y mujeres fueron de $692.280 y $551.327, lo que implica una brecha de -20,4%. En tanto, los ingresos medianos fueron de $450.592 y $400 mil.

Con respecto a los ingresos de los hogares, los ingresos medio y mediano de los hogares –que consideran ingresos laborales de quienes integran el hogar más rentas y arriendos– se estimaron en $1.135.938 y $801.053.

El 22,5% de los hogares percibieron ingresos netos de entre $500 mil y $750 mil, en tanto, el 18,1% obtuvo entre $250 mil y $500 mil. Sólo el 5,4% recibe ingresos mayores a $3 millones y el 0,6% de $7 millones.

Pero, ¿cómo se explica que uno de los países más ricos de Latinoamérica tenga estos índices tan extremos? Chile mantiene la cuarta economía más fuerte de la región respecto a su Producto Interno Bruto (PIB) y posee la mayor renta per cápita por paridad de poder adquisitivo de América del Sur. ¿Qué está pasando?

“Se explica principalmente por el hecho de la alta desigualdad que existe en Chile y que ha persistido a lo largo de los años, lo que se traduce en que el 1% más rico concentre más del 20% de los ingresos y riquezas del país”, afirma Jean Paul Quinteros, economista y director de Ingeniería Comercial de la Universidad Central (UCEN).

Y las cifras lo evidencian, sobre todo si consideramos que el actual salario mínimo es de $337 mil. Si le sumamos $83 mil, logramos igualar lo que reciben lo que recibe la gran mayoría de los chilenos y con lo que debe vivir mensualmente. ¿Cómo esto es posible después de tantos años? ¿Se puede elevar esta cifra? ¿Cómo? La voz de los expertos, a continuación.

Afinando la desigualdad, igualando los sueldos

Lo cierto es que somos un continente desigual y este sería el punto de partida. Según los datos del Banco Mundial de 2019, Chile es el séptimo país de América Latina con la peor distribución de la riqueza –siendo superado por Brasil, Paraguay, Costa Rica, Colombia, Guatemala y Panamá– con un índice de Gini de 47.7. La desigualdad promedio en la zona es de un 46.2, mientras que en países de la OCDE es de 36.

“Esto se traduce en que gran parte de la riqueza es propia de un pequeño sector de la población. El Gobierno estableció una política social vinculada a visiones ideológicas que establecen que la desigualdad se resuelve generando crecimiento. Sin embargo, los resultados no avalan esta visión, más aún considerando el nivel de la economía chilena”, señala Rafael Pizarro, jefe de carrera de Administración Pública de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM).

Y agrega, con respecto al mínimo porcentaje que recibe más de un millón mensual: “Estas cifran operacionalizan lo que somos como sociedad y el modelo económico que privilegia la concentración de riqueza y no redistribuye los ingresos. La política tributaria y la política social son las que explican y establecen los privilegios de la élite”.

Para el economista Jean Paul Quinteros, los gobiernos que han pasado por La Moneda en el último tiempo, han puesto al mercado muchas veces por sobre la búsqueda de políticas que corrijan las trayectorias de desigualdad existentes en Chile llevándonos a estas grandes diferencias de ingresos y de calidad de vida.

ingreso chilenos gráficos
Gráfico de ingresos de chilenos durante 2020. INE

Pero, ¿se puede revertir esta situación? ¿A través de qué medidas? Quinteros considera que en un corto plazo es difícil, ya que la situación tiene múltiples dimensiones que deben ser subsanadas para poder cambiar la situación actual.

“Debe haber un Estado más involucrado, así como también un sector privado y empresarial que contribuya hacia una mejor distribución de riqueza y de acceso a oportunidades. Educación de calidad para todos, una red de protección hacia sectores vulnerables y un proceso de acompañamiento a nivel de barrio y localidades, podría ser un buen camino”, asegura.

Le consulto respecto a quiénes podrían ser los responsables de esta desigualdad y por qué no ha habido avances respecto a un alza significativa en los ingresos de los chilenos, me responde que este no es un problema de un Gobierno en particular. Entonces, ¿falta voluntad?

«Podríamos aplicar transferencias directas o reformas tributarias acompañadas de medidas sociales universales (…). Es importante establecer derechos sociales que tengan acceso y garantías reales.»

— Rafael Pizarro, jefe de carrera de Administración Pública de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM).

“Creo que tiene que ver más con una visión de modelo económico y de desarrollo que respeta por sobre todo la individualidad encima de lo colectivo, justificando a través de ello el estado actual de las cosas. Más allá de ideologías, el estallido social mostró que hacer vista gorda a una realidad que se vuelve mayoritaria en un país, aparte de sincerar el estado actual de las cosas, genera una crisis que obliga a repensar un país, y escuchar a los que por lo general son marginados a través de este modelo existente”, enfatiza.

Para Rafael Pizarro, existen diversas medidas que podrían tener niveles de eficacia diferentes. “Podríamos aplicar transferencias directas o reformas tributarias acompañadas de medidas sociales universales. La primera de ellas sólo mejora situaciones, pero no establece los cambios necesarios y que solucionen el problema de manera permanente. Es importante establecer derechos sociales que tengan acceso y garantías reales y que disminuyan el gasto de bolsillo de la población, por eso el subsidio a la oferta es mejor camino que hacerlo a la demanda”.

Considera que la responsabilidad la tiene el Ejecutivo y debe establecer mecanismos que mejoren los niveles de redistribución YA.

“Los avances o cambios necesarios implican modificaciones en las condiciones y aumento de impuestos particularmente en sectores altos o grupos económicos de gran tamaño, por tanto, las posibilidades de injerencia de esos sectores son importantes en los tomadores de decisiones. En esa perspectiva, este Gobierno no tiene la voluntad política y de tenerla no cuenta con la legitimidad para hacerlo, por tanto, esta será tarea de un próximo Gobierno”, asegura el jefe de Administración Pública UTEM.

Y, ¿la abandonada clase media?

Hace solo unos días, la publicación de los resultados del informe “Clases medias en tiempos de crisis. Vulnerabilidad persistente, desafíos para la cohesión y un nuevo pacto social en Chile” elaborado por el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) en cooperación con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), mostró claras evidencias.

El documento establece que este grupo, aún tras 30 años de crecimiento económico, no consiguió tener una capacidad de ahorro que garantizara su bienestar en épocas de crisis. Todo lo contrario, quedó al descubierto su extrema fragilidad para sobrellevar situaciones de shock.

Los investigadores apuntaron a un triple desafío en el actual contexto: no volver a caer en la pobreza, disminuir la desigualdad, y a largo plazo, salir de las trampas de los ingresos medios. Pero, siguiendo la misma línea, ¿cómo? “Estamos ante la posibilidad de tener sociedades pauperizadas sin el regreso de un mercado laboral contundente”, comenta Emmanuelle Barozet, coordinadora del estudio.

El informe señala que los gobiernos en estas tres décadas no invirtieron en beneficios estatales suficientes para mejorar la situación de gran parte de la población, ni tampoco se realizaron grandes cambios respecto a una reforma para crecer en capital humano. Los gobiernos apuntaron a crear políticas de focalización en vez de hacer transformaciones de carácter universal.

Según Modesto Gayo, investigador COES y profesor de la Escuela de Sociología de la Universidad Diego Portales, el segundo Gobierno de Sebastián Piñera comenzó con un programa de apoyo a la clase media, publicitado incluso en múltiples momentos y foros. Asegura que existía una certeza de que esta clase estaba compuesta por grupos de personas que conformaban estratos amplios, cuya situación económica se veía afectada rápidamente en despidos u otro caso de deterioro repentino de sus ingresos.

“Dicho, en otros términos, existía una conciencia, quizás no claramente articulada, de la debilidad de la posición de muchos miembros de la clase media, y por tanto de su consideración y percepción de sí mismos como tales. Bajos ingresos y el título de ‘clase media’ es una semántica extraña, forzada, con un contenido más político que socioeconómico”, añade.

Y si la clase media no tiene capacidad de ahorro, ¿qué medidas se podrían tomar? Para Gayo, dependerá de factores tanto locales como internacionales.

A nivel local, apunta a avanzar hacia un nuevo acuerdo constitucional que asiente unas bases de mayor consenso ciudadano y mayor estabilidad política y de las instituciones públicas y privadas; trabajar en modificar algunas malas prácticas de apropiación de recursos a través del mercado por parte de la clase empresarial, lo que incluye elevar los salarios a los grupos de trabajadores medios y bajos cuando sea posible; mejorar la conciencia sobre hábitos de maltrato en la vida cotidiana, absolutamente instalados y encarnados diariamente en una relación entre clases, géneros y etnias.

Continúa: avanzar hacia una mejoría de los servicios públicos y una transformación desde las políticas de focalización hacia unas de universalidad, o de un estado neoliberal hacia un estado de bienestar al modo de lo que sea acordado y fiscalmente factible hoy y en el futuro, es decir, un modelo de calidad propia (no de Finlandia) y sostenible.

“No me cabe duda de que un nuevo Gobierno partirá con la conciencia de un cambio epocal en la política y la sociedad chilena, y uno de los puntos centrales de una acción en consonancia con los nuevos tiempos es la búsqueda de mayor estabilidad y mejoría para las clases medias del país”, enfatiza.

“Creo que más allá de los tiempos que corren y de que estemos de acuerdo o no con ello, debe haber un proceso sincero y honesto de escuchar y entender al otro. Somos parte de una sociedad con demasiadas visiones de país y negar eso puede conducir a repetir los errores del pasado. A partir de ahí, y abriendo la mente hacia lo diferente y lo nuevo, se puede construir una sociedad en la realmente todos nos sintamos parte, en la cual nos hagamos responsables también de quienes pueden necesitar mayor apoyo y, además, del entorno en el que vivimos”, concluye el economista Jean Paul Quinteros.

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