A 15 años de la muerte de Pinochet: el peligroso resurgimiento de los fanáticos del dictador
Quienes preferían no ser relacionados al dictador, hoy se asumen pinochetistas, mientras partidos que se habían desligado de la dictadura ahora apoyan al candidato de ultraderecha. A 15 años de la muerte de Pinochet, ¿hay un resurgimiento del pinochetismo?

- diciembre 12, 2021
Decían que Chile estaba dividido, que estábamos polarizados, que había una grieta profunda que fraccionaba a chilenas y chilenos en dos grandes grupos opuestos, y que ambos estaban representados casi por la misma cantidad de personas. Corría el último cuatrimestre del año 2020, cuando las manifestaciones, las marchas y el despliegue por el plebiscito se podía sentir en las calles del país.
El Apruebo y el Rechazo separaba a la ciudadanía entre quienes querían mantener el status quo de la Constitución de 1980 –que se redactó en dictadura por un grupo de personas–, o cambiar el camino de nuestro país hacia una Constitución redactada por representantes elegidos popularmente, integrantes de movimientos sociales, independientes y/o miembros de pueblos originarios.
Y a pesar de que los pronósticos previos al plebiscito auguraban casi un empate técnico en ambas papeletas, el resultado fue que el Apruebo ganó con un 78,27% de los votos sobre el 21,73% del Rechazo. Mientras que en la papeleta que designa el órgano para redactar una constitución, la Convención Constitucional triunfó con un 78,99%, mientras que la opción Convención Mixta –que sería integrada por convencionales y parlamentarios– solo alcanzó los 21,01% de los votos válidamente emitidos.
Estos resultados reflejaron que el “Chile polarizado en dos grandes grupos –casi equitativos– de ciudadanas y ciudadanos” no existió tal como lo habían anunciado y que sólo fue –al parecer– una estrategia de los centros de estudio y medios de comunicación masivos y hegemónicos, por tratar de difundir que la población chilena se encontraba dividida, que quienes apoyaban el Rechazo eran millones, cuando la verdad es que sólo un poco más del 20% de quienes votaron se sentían cercanos a esa opción.
El artículo académico Las heterogéneas voces del Rechazo, publicado por Ciper Chile, analizó a varias ciudadanas y ciudadanos simpatizantes de esta opción, revelando que dentro de sus partidarios había varias personas que admiraban la imagen de Augusto Pinochet, provocando incluso incomodidad dentro del mismo grupo, como en el caso de un abogado de 43 años, quien aseguraba que en las manifestaciones del Rechazo se sentía “incómodo porque hay muchos pinochetistas”.
Y es que particularmente desde el último cuatrimestre de 2020, justo cuando se da inicio a las campañas de ambas opciones del plebiscito, es cuando se comienza a notar un mayor fervor hacia la figura de Pinochet y a personas que “abiertamente” se asumen como pinochetistas defendiendo, alabando y enalteciendo la imagen del dictador.
Hoy con el primer lugar en primera vuelta del candidato de ultraderecha, José Antonio Kast, continuamos viendo en manifestaciones banderas y merchandising de Augusto Pinochet y de todos los símbolos que rodean los horrores y crímenes de la dictadura.
¿Hay un renacer del pinochetismo en Chile? ¿Qué implica un ascenso del pinochetismo? ¿Es realmente un peligro? A 15 años de la muerte del dictador Augusto Pinochet, pareciera ser que su figura está más viva que nunca.
Pinochetismo en el siglo XXI
El viernes 11 de septiembre de 2020 en el frontis de la Escuela Militar, distintas organizaciones y movimientos que añoran la dictadura se reunieron a festejar el aniversario número 47 del golpe cívico-militar. Había personas de todas las generaciones, tenían banderas, chapitas y poleras de Augusto Pinochet y, en su mayoría, reivindicaba la opción Rechazo.
A diferencia de otros “aniversarios”, esta vez convocó a más personas que años anteriores. El acto que marcó el fin de la democracia en nuestro país era celebrado aquel viernes al son de Nino Bravo. Coreaban “libre como el sol cuando amanece, yo soy libre como el mar”, mientras por altoparlante gritaban “¡Viva Chile, viva Pinochet”” y “¡Chile se salvó el 11!”.
Aproximadamente, desde esa fecha que el pinochetismo 2.0 entró fuertemente en nuestro cotidiano. Comenzó a aparecer en las discusiones, en los medios, en las campañas de las elecciones que vinieron, dando la impresión que el pinochetismo había salido del closet.
Es que no hay que volver tanto atrás para recordar cuando la derecha comenzó a desmarcarse de la dictadura. Ya en el 2009 el actual presidente de la República, Sebastián Piñera, ponía el énfasis en la campaña de ese año que en el plebiscito de 1988 votó por la opción “No”.
En 2013, el padre de la actual alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, el general Fernando Mathhei aseguró que su hija había votado “Sí” en 1988 por lealtad a él y no por convicción, afirmando que ella “se había equivocado” al pronunciarse por la opción que mantendría al dictador.
El partido más ultraderechista que teníamos –antes de la irrupción del Partido Republicano– también se desmarcaba de la figura de Pinochet. La Unión Demócrata Independiente (UDI) dejaba de referirse y hablar de la dictadura y del dictador como lo hacían antes, presentándose como un partido renovado y moderno, incluso, con el apelativo de popular; mientras que en 2014, Renovación Nacional (RN) eliminó de su declaración de principios su adhesión al golpe de Estado de 1973. “RN tiene que fomentar y defender los principios de la democracia y la libertad”, expresaba en esa época su vicepresidente, Luis Mayol.
Pero esos tiempos cuando al parecer las personas y los partidos se avergonzaban y arrepentían de ser pinochetistas ya quedaron en el pasado. Hoy vemos cómo diputados de RN, como Camila Flores, se presentan como partidarios de Pinochet y la dictadura, o como el senador Iván Moreira que siempre ha sido abiertamente seguidor del dictador hoy habla de “su legado” con más soltura que antes. Y en la Convención Constitucional tenemos representantes abiertamente pinochetistas como Marcela Cubillos (quien participó de la campaña del Sí y del Rechazo), Jorge Arancibia (excomandante en jefe de la Armada y edecán de Pinochet) y Teresa Marinovic (quién ha asegurado abiertamente ser partidaria de Pinochet en varias ocasiones).
Incluso hace unos días, en el frontis del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) –tomado hace casi cinco meses por la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, Aces Chile–, un grupo de adherentes al candidato José Antonio Kast, fue a increpar a los jóvenes que se encontraban en la toma, amenazándolos y emitiendo consignas en favor de Augusto Pinochet, de la dictadura, incluso cantando la tercera estrofa del himno nacional sobre los “valientes soldados”.
Pero, ¿quiénes son estos simpatizantes de la época más oscura de nuestra historia? ¿Por qué los partidarios de Kast simpatizan también con Pinochet? ¿Qué es ser pinochetista?
¿Qué es el pinochetismo?
El analista político, administrador público y académico de la Escuela de Gobierno y Comunicaciones de la Universidad Central de Chile (UCEN), Marcelo Belmar, sostiene que el candidato José Antonio Kast supo “recoger el sentimiento minoritario de una parte de la población que reivindica la figura de Pinochet”, pues él “es el primer candidato presidencial que nunca ha negado su adhesión al régimen dictatorial”.
Su férreo apoyo a la dictadura ha traído consigo la vuelta de “viudas y viudos de Pinochet”, como lo describe el académico. Son los que “han salido del clóset, porque probablemente se han sentido envalentonados por el tono complaciente de JAK con el periodo dictatorial, y el amparo que le ha dado Kast a esa cultura”.
Para él, el pinochetismo no es una identidad ideológica elaborada, sino más bien, “un remedo de la cultura autoritaria, antiizquierdista y de corte neoliberal que asoló a América Latina en la segunda parte del siglo XX”. Es hija de una cultura radicalizada que se originó en el mundo bipolar de la postguerra y “que se sustenta en el orden autoritario, el nacionalismo criollo, en el *“laissez faire”* económico y la falta de diversidad”.
El pinochetismo, para el analista político, psicólogo social y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso (UV), Juan Sandoval, es “un tipo de actitud que organiza valores en torno a un personaje”. “Es una suerte de significante que viene a representar un conjunto de valores neoconservadores”, y enfatiza que “en rigor, el pinochetismo no es nada más y nada menos que una suerte de discurso neofascista”.
Según el académico UV, más que un renacer del pinochetismo, lo que se ve hoy en día es más que nada “la articulación de un conjunto de ideas neoconservadoras”, que incluyen el fanatismo religioso, el negacionismo, la antivacunación, el nacionalismo, la xenofobia, la homofobia, entre otros.
También sostiene que probablemente estas ideas “encuentran en el legado de la dictadura un elemento de identificación”. Para él, las causas de que estas ideas parezcan tener más visibilidad son varias: “La crisis de las élites, la corrupción, el miedo a los procesos migratorios, la amenaza a formas tradicionales de vida por discursos progresistas como el feminismo, el ecologismo o el multiculturalismo. Todo eso ha generado una suerte de reacción neconservadora en un sector de la población”.
Al igual que Belmar, quien habla de viudas y viudos de Pinochet en el pinochetismo 2.0, Juan Sandoval asegura que dentro de estos grupos neoconservadores, efectivamente hay sectores tradicionales de derecha: “Gente que ahora son adultos mayores y que probablemente han añorado por décadas a la dictadura de Pinochet”.
Sin embargo, también expone la existencia de grupos emergentes “que no se reconocen necesariamente de derecha y menos aún de ultraderecha, que conectan con ideas políticas algo elementales, como es la antipolítica. Esa gente ha estado dando señales desde hace tiempo en acciones racistas, actitudes discriminadoras de las minorías, exacerbación de símbolos patrios y una forma de pensamiento sectario”.
Legislar para condenar el negacionismo
Para Marcelo Belmar, alabar o enaltecer la figura de un dictador, como la de Augusto Pinochet, “es una mala señal de la robustez democrática de la sociedad”: “Para cualquier sociedad democrática que reivindique –con tribuna– una figura de practicas y consecuencias tan nefasta para Chile, como fue la de Pinochet, es una alerta que no hay que desatender”.
“El mayor peligro de este tipo de discursos”, afirma Sandoval, “es que generan condiciones para la banalización de actitudes neoconservadoras y autoritarias. Son actitudes que amenazan la democracia y el respeto de los Derechos Humanos”.

Y es que uno de los problemas que existen en nuestro país es que estos discursos de odio y violencia que avalan y simpatizan con dictadores y regímenes autoritarios –en el caso de Chile con las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar entre 1973 y 1990 y su dictador, Augusto Pinochet– nunca han sido condenados, todo lo contrario, se ha preferido callar o dejar pasar, antes que regular al respecto.
Aunque en los últimos años se ha intentado legislar. En 2017, durante el fin del segundo gobierno de Michelle Bachelet y a 27 años del retorno a la democracia, se envío el primer proyecto de ley que “tipifica el delito de incitación a la violencia”.
En un comienzo, este buscaba sancionar al “que públicamente o a través de cualquier medio apto para su difusión pública, incitare directamente a la violencia física en contra de un grupo de personas o de un miembro de tal grupo, basado en la raza, origen nacional o étnico, sexo, orientación sexual, identidad de género, religión o creencias de la víctima”.
Mas durante su trámite legislativo el proyecto fue cambiando, hasta quedar con un artículo único que sancionaba el negacionismo sobre los crímenes de la dictadura con presidio menor en su grado medio y multa de 40 a 60 UTM.
Sin embargo, en noviembre de 2020 el Tribunal Constitucional (TC) acogió el requerimiento de inconstitucionalidad de un grupo de diputados de derecha, cerrando la puerta de golpe a toda intención de legislar en la materia. En su argumentación, el TC indicó que se requiere de un quórum calificado –mayoría de los parlamentarios en ejercicio en ambas cámaras– para aprobar un proyecto de esa naturaleza, y que la iniciativa en la Cámara sólo contó con mayoría simple –más votos a favor que en contra de los diputados presentes en el momento de la votación–.
Pero los honorables no se quedaron ahí. En julio de 2018, las diputadas y diputados Gabriel Boric (Convergencia Social), Miguel Crispi (Revolución Democrática), Carmen Hertz (Partido Comunista), Tomás Hirsch (independiente), Pamela Jiles (Partido Humanista), Tucapel Jiménez (Partido Por la Democracia), Emilia Nuyado (Partido Socialista), Raúl Saldívar (PS), Mario Venegas (Democracia Cristiana) y Matías Walker (DC) presentaron el proyecto de ley que “modifica el Código Penal y las leyes N° 20.393 y Nº 20.609, para sancionar el negacionismo respecto de las violaciones a los derechos humanos cometidas en Chile, y la incitación a la violencia y a la discriminación”.
Mientras que en 2019, las y los senadores Isabel Allende (PS) Francisco Huenchumilla (DC), Alejandro Navarro (IND), Yasna Provoste (DC) y Jaime Quintana (PPD) presentaron el proyecto de ley que “que incorpora en el Código Penal los delitos de negacionismo y otros que afectan la dignidad de las personas”.
Además a comienzos de este año, los también senadores Juan Ignacio Latorre (RD) y Adriana Muñoz (PPD) presentaron un tercer proyecto de ley que “que incorpora al Código Penal el delito de negacionismo de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el período que indica (11 de septiembre de 1973 a 10 de marzo de 1990)”.
A la fecha, uno de los proyectos fue refundido con el contenido de la moción que “prohíbe el homenaje y/o exaltación de la dictadura cívico-militar”, mientras los otros dos continúan en su tramitación.
Ambos académicos concuerdan que es importante legislar al respecto. Belmar sostiene que hay que seguir el ejemplo de naciones que ya cuentan con una ley que condene los discursos negacionistas, como Alemania que “ha podido (con no poca dificultad), enfrentar la amenaza del negacionismo”, poniendo énfasis en que “hay que aprender de los que han sabido enfrentar a aquellos que enaltecen una cultura aberrante y de tanto desprecio por la sociedad y el respeto a los derechos humanos”.
Sandoval explica que “las leyes contra el negacionismo surgen en contexto en los cuales las ideas autoritarias han sido derrotadas totalmente. En Chile, aquello nunca ocurrió, es más, podríamos decir que la transición supuso una franca transacción del tema de las violaciones a los DD.HH. de la dictadura a cambio de estabilidad”.
Y en ese contexto, el académico de la UV sostiene que el problema es más de fondo: “Obviamente que es muy grave que se normalicen las violaciones a los DD.HH., pero insisto: esto no se ha producido a propósito de estas últimas creencias neoconservadoras, sino porque en realidad la dictadura de Pinochet nunca se derrotó culturalmente y sus acciones han tenido legitimidad para una parte de la población desde la misma década de los 90”.
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