La lucha de la madre de Francisca Moll: “No me voy de este mundo sin lograr lo que ella me pidió”

Hace 11 días Rosa Elena Moreno encontró a su hija muerta. Francisca Moll, de 37 años, se suicidó tras haber sufrido durante más de dos años violencia psicológica, sexual y económica de su expareja y haber presentado tres denuncias.

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Un llamado le alertó a Rosa Elena Moreno de que su hija había decidido suspender un fin de semana con sus amigos para regresar a su departamento. No era lo que habían acordado. Fue inevitable sentir un “apretón en la guata”. Su única hija, Francisca, no respondía el teléfono, por lo que tomó las llaves del auto y se dirigió rápidamente al domicilio de ella.

Estaba aterrada. Pensaba que a lo mejor podría haberle dado otra crisis de epilepsia, de esas mismas que ya había tenido un par de veces antes producto del trauma de haber sufrido el acoso y violencia por parte de su última pareja.

Al llegar, notó que la luz de la terraza del departamento estaba encendida. Francisca sí estaba. Sin llaves en su poder, comenzó a golpear y gritar, pero sólo se oía al otro lado el maullido de la gata. Tras la llegada del papá de sus nietos pudo entrar. Ingresó sola y dijo: “Guagüita llegué, soy la mamá”. No hubo respuesta. Avanzó por el pasillo y la vio entre el baño y la habitación, tirada en el suelo.

“Le tomé su mano y estaba helada. Era un hielo”, cuenta Rosa Elena. “Y cuando le enderecé la cabeza para verla tenía sus labios morados. Ahí yo dije mi hija murió”.

El domingo 4 de abril, Francisca Moll (37) fue encontrada muerta por su madre luego de casi dos años de abusos sexuales, psicológicos y económicos por parte de su expareja. Este hombre, quien la maltrató, es una persona diferente al padre de los hijos de Francisca, lo que Rosa Elena nos pidió que enfatizáramos.

La joven había decidido quitarse la vida luego de haberlo denunciado tres veces. Recién el 27 de abril está fijada la primera audiencia en contra del hombre, cuyo nombre no puede ser revelado aún.

“Estaba muy cansada”, dice Rosa Elena al relatar una de las últimas conversaciones que tuvo con su hija. “No le veía salida a esto, porque si lograba que él estuviera un día preso, él después iba a salir de la cárcel y para ella iba a ser una muerte anunciada”.

Esta es la historia de Francisca Moll y la lucha incansable de su madre, Rosa Elena, quien busca justicia por su hija y protección para todas las mujeres.

Violencia, acoso y chantajes

Rosa Elena recuerda que la primera vez que miró a los ojos al agresor de su hija sabía perfectamente el tipo de persona que era.

Ellos ya habían tenido un episodio de violencia y Francisca se lo había contado a su madre luego de poner la denuncia en Carabineros. “Se acercó a mí para saludarme y le corrí la cara. Al despedirme le dije ‘hasta luego’, a lo que me respondió: ‘Hasta luego, nos vemos’. Lo miré y concluí con un ‘ojalá nunca más’”.

La relación había comenzado a fines de 2018 y, a los meses, comenzó la tortura. Francisca se había reunido con un amigo para tomar un café. Sin embargo, no contaba con que su entonces pareja le había instalado a escondidas un GPS en su celular, con el que la siguió. Ahí ocurrió el primer forcejeo que terminó con un diente de Francisca por los aires y su teléfono roto.

A pesar de que puso una denuncia por la agresión, Francisca después intentó desistir tres veces de esta por obligación de su agresor, y la relación continuó. La amenaza era que le haría un portonazo cuando estuviese con sus hijos y los haría desaparecer, que jamás sabría de ellos nuevamente.

Francisca Moll

En octubre ocurrió otro episodio. Francisca iba camino a su casa, donde la esperaba Rosa Elena. La madre vio llegar el auto de su hija y, al segundo, un hombre caminando hacia ella. Rosa Elena salió rápidamente para proteger a Francisca. “Señora, deje que su hija sea feliz”, recuerda que le dijo la expareja de Francisca. “Nunca va a ser feliz contigo”, le respondió.

Conversaron sólo unos minutos y comenzó el ataque. El agresor metió su cuerpo por la ventana del auto y la tomó del cuello. “Le metió las manos a la boca y le tiró los dientes”, cuenta la madre. Francisca padecía de lupus, una enfermedad autoinmune crónica, que le había debilitado su dentadura, y él lo tenía claro.

Rosa Elena se comunicó inmediatamente con Carabineros. Mientras tanto, el hombre llamaba a Francisca amenazándola: “No se te ocurra hacer algo, piensa lo que vas a hacer”, le insistía. Francisca tenía mucho miedo. Lograron ubicarlo y lo tomaron detenido.

«Él la alejó de todo el mundo. La chantajeaba. La hacía tomar alcohol y abusaba de ella. Le decía que era una borracha. Le tenía fotos comprometedoras que le obligaba a sacarse y la chantajeaba.»

— Rosa Elena Moreno, madre de Francisca Moll.
Reproducir vídeo

Al día siguiente fue la audiencia de formalización, en donde se establecieron 120 días para investigar. Entre tanto, Francisca volvió con él y Rosa Elena se dio cuenta de ello. Madre e hija discutieron y tomaron distancia. Desde entonces, no vio más a los hijos de Francisca, de cinco y siete años.

“Él la alejó de todo el mundo. La chantajeaba. La hacía tomar alcohol y abusaba de ella. Le decía que era una borracha. Le tenía fotos comprometedoras que le obligaba a sacarse y la chantajeaba con mostrarlas en su lugar de trabajo y también al padre de sus hijos. Le pedía plata para dejar en paz a nuestra familia y a sus amistades”.

El 9 de diciembre fue su último cumpleaños. Él le envió un mensaje donde le preguntaba si ya se habían ido todos y finalmente entró. “Le hizo trizas un libro feminista que le había regalado su mejor amiga”, cuenta la madre. Rosa Elena asegura que eso era habitual en él. Le rompía la ropa y todos los regalos que él le hacía, después todos lo pedía de vuelta.

Pero el acontecimiento ocurrido la noche de Navidad fue la gota que rebalsó el vaso. “Ella no quería tener sexo y él le pegó. Le dejó los brazos y piernas moradas, le pegó patadas, le pegó puñetazos en la cabeza”, cuenta Rosa Elena.

Francisca había hecho firmar a su expareja documentos con firma y huella, donde ambos se comprometían a terminar la relación, no hacer más daño, no ventilar sus intimidades, entre otros.

No sirvió de nada. Sólo era una garantía para ella, ya que jamás conoció a la familia de quien seguía acosándola y violentándola a pesar de dichos acuerdos.

El desgaste era evidente ya para Francisca. Desde enero no estuvo más sola. “La mamita no te deja”, le decía Rosa Elena. Producto de los golpes, Francisca sufrió parálisis facial y días más tarde comenzaron los ataques de epilepsia. Según el doctor, derivados por el trauma.

Su madre recuerda el último encuentro con el agresor de su hija. En febrero, siguiendo el tratamiento kinesiológico, asistieron a una de las sesiones. “Ay, no”, dijo Francisca. Ambas quedaron congeladas. Frente a ellas estaba su expareja, quien había averiguado cada detalle de su rutina diaria. “La arrinconé, le quité el teléfono y me puse a gritar como las locas que este hombre le ha pegado ya a mi hija”, cuenta.

El hombre se alejó, pero por miedo Francisca Moll no continuó con las sesiones.

El abandono de las instituciones

Aconsejadas por su psiquiatra, Rosa Elena acompañó a su hija a poner una denuncia por acoso en Carabineros. Querían detener esto, buscaban ayuda de las instituciones para que pudieran hacer algo con el agresor, pero no tuvieron la respuesta que esperaban.

“Fuimos a la comisaría donde habíamos hecho las dos primeras denuncias en Las Tranqueras, y el carabinero que nos atendió en el patio, porque ni siquiera nos hizo pasar, dijo que no podía poner la denuncia. Que el acoso estaba tipificado como acoso laboral y esto no era acoso laboral, así que solamente quedaría como que él la siguió”, denuncia Rosa Elena.

El uniformado les recomendó poner la denuncia en Fiscalía y, cuando llamaron, no las atendieron y quedó en nada. “Ella sintió angustia y se sintió desamparada por el Estado, porque me decía ‘mamá, no tenemos ninguna protección’. Ella andaba asustada por la vida, mientras él se encuentra libre de polvo y paja”.

Reproducir vídeo

El Dossier informativo Violencia contra mujeres en Chile, de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, expresa que esto se debe a que la justicia desestima las denuncias con procesos que implican revictimización y que pocas veces terminan con los resultados esperados.

Se ha constatado de “audiencias y sentencias cargadas de prejuicios machistas, negligencia en los procesos judiciales relativos a crímenes contra mujeres y nula formación en género por parte de los policías y operadores de justicia”, expresa el documento.

Según el dossier, esta injusticia es la que ha provocado que a la fecha siete mujeres víctimas de violencia se hayan suicidado sin encontrar alguna solución.

«Si tengo que dejar mi voz y mis pies en la calle, lo voy a hacer. Por las mujeres, a nombre de mi hija voy a luchar.»

— Rosa Elena Moreno.

Es más, el Mapa de Femicidios en Chile (2010-2021), elaborado por Data Intelligence con cifras del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género y la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, detalla que de los seis suicidios de mujeres que han ocurrido en Chile a causa de la violencia ejercida por sus exparejas –sin contar el caso de Francisca Moll porque el proceso no está terminado–, en cuatro de ellos el autor se encuentra libre o en completa impunidad.

Desde 2010, año en que se tipificó el femicidio como el asesinato de una mujer realizado por quien es o ha sido su esposo o conviviente, se han contabilizado más de 600 casos en Chile, cometidos en casi un 80% por exparejas y actuales relaciones –incluyendo tanto asesinatos que han sido tipificados como femicidios, como otros relacionados al género que en su momento no cabían en ese tipo penal de acuerdo a la legislación chilena–.

Para la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres los hechos de suicidio estarían dentro de lo que se denomina “suicidio femicida”, “mujeres que deciden acabar con su vida a consecuencia del acoso y la violencia machista, al sentir que no existe otra salida a la situación que están viviendo, o bien ante la impunidad de los agresores y la negligencia de las instituciones que deberían protegerlas”.

Le consultamos a Rosa Elena si a la fecha ha recibido apoyo por parte del Gobierno. Responde que la contactaron del Ministerio de la Mujer el 9 de abril. Le pidieron los datos de la abogada para contactarse con ella y asesorarla. El miércoles le enviaron un correo de la misma cartera pidiendo comunicarse con ella.

“Pienso que si me llaman de una entidad gubernamental es para decir ‘ven que nosotros apoyamos’, pero no se dan cuenta que apoyan tarde. ¿De qué te sirve ese apoyo ahora?”, dice.

En la actualidad en Chile no existe la tipificación de “suicidio femicida”, y en el mundo aún son pocos los países que han sumado esta tipificación dentro de su legislación, siendo el primero de ellos El Salvador en 2018.

“Que pague con cárcel”

“Ella vivía con miedo. Ella despertaba aterrada, con susto. Tenía pánico de que le hicieran daño a sus hijos, a la gente que ella quería. Entonces ella pensaba que si desaparecía, se acababa todo”, relata Rosa Elena sobre los motivos que pudiera haber tenido su hija para tomar la decisión de suicidarse. Pero nada acabó para ella.

El 27 de abril se hará efectiva la primera audiencia de los sucesos ocurridos en octubre de 2019. En dicha instancia, se le preguntará al denunciado si admite responsabilidad ante los hechos, previo al juicio y a la segunda audiencia que se realizará en agosto y que abordará la última agresión a Francisca.

“Espero que se vaya a la cárcel, que él viva en la cárcel el mismo miedo que él la hizo vivir acá. Que viva encerrado así como la hizo vivir a ella, eso quiero. No quiero que se suicide y pase a ser víctima, quiero que él pague y que pague con cárcel como debe ser”, afirma Rosa Elena.

Esta madre expresa que no le teme a lo que venga y que hará todo lo posible por hacer justicia. “Yo no tengo miedo”, asegura. “Y si tengo que dejar mi voz y mis pies en la calle, lo voy a hacer. Por las mujeres, a nombre de mi hija voy a luchar”.

Porque para Rosa Elena ese fue el mensaje que le dejó su hija en la última carta que le escribió antes de quitarse la vida. “Por favor, mamita, que no te mate la pena. Al contrario, que te haga más fuerte. Y que esto sea un poco más para proteger a las mujeres de hombres como el que me tocó. Estamos desprotegidas, esperando y esperando cuando el cazador anda suelto y libre de polvo y paja… Te amo mamá. Si te hice o dije algo malo, te amo por siempre. Perdóname. Te amo. Panchi”.

Y esa lucha ya empezó: “A mi no me interesa que salga una ley Francisca Moll, me interesa que salga una ley integral de apoyo a la mujer”, asegura Rosa Elena. “No me voy de este mundo antes de no haber logrado lo que ella quiere, lo que ella me pidió. Luchar por todas”, decreta.

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